viernes, 23 de agosto de 2013



El término deshidratación indica una carencia en cuanto al volumen total de agua corporal, que se define mejor por la presencia de hipovolemia (disminución del volumen sanguíneo) y de una reducción del peso corporal. La variación diaria del contenido de agua en los individuos sanos y activos es igual a las variaciones del contenido de soluto, es asintomática y no sobrepasa el 1 % del peso corporal.


La sed es sin duda el síntoma más conocido de la deshidratación y aparece cuando la pérdida de líquido supera el 1 % del peso corporal y se ha desarrollado hipovolemia. 
Es importante destacar que la deshidratación "afecta a la toma de decisiones y la función cognitiva, traduciéndose en un descenso de la productividad y aumento del riesgo de accidentes laborales y de otra índole". Por el contrario, una correcta hidratación en el trabajo "puede prevenir muchos accidentes laborales y situaciones de bajo rendimiento, y mejorar la sensación de bienestar de los trabajadores".

Así lo sostienen los profesores Javier Aranceta, director del Curso de Verano de la Universidad de Cantabria 'Avances en Nutrición y Salud Pública', y Lluís Serra-Majem, presidente de la Fundación para la Investigación Nutricional (FIN)
  
Aproximadamente dos tercios del peso del cuerpo de una persona son agua y ésta se considera como un elemento esencial para la mayoría de los procesos fisiológicos. 

Nuestro organismo no almacena el agua, por lo que la cantidad que perdemos diariamente debe restituirse mediante la ingesta de agua y otros líquidos, y alimentos con un alto contenido en agua, de forma periódica y rutinaria.
   
Mantener una correcta hidratación es especialmente relevante cuando se realizan tareas intelectuales o que requieran la atención y estado de alerta de las personas. En concreto, tan solo una deficiencia del 1% del peso corporal se ha relacionado con disminución del rendimiento físico, mientras que una deshidratación del 2% afecta ya al rendimiento intelectual (memoria a corto plazo, atención, fatiga, facultades aritméticas, velocidad psicomotriz, rapidez de decisiones perceptivas, etc.).

Según la experta, Marcela González Gross asegura que "actualmente la totalidad de la comunidad científica considera el ejercicio físico como una de las herramientas de salud pública con mayor potencial para prevenir el sobrepeso y la obesidad, especialmente en niños y jóvenes". Sin embargo, y a pesar de las numerosas evidencias científicas sobre los efectos positivos y beneficiosos derivados de la actividad física, "en los últimos años se ha incrementado sustancialmente el sedentarismo y la inactividad física de niños y jóvenes, motivado, por el aumento del ocio pasivo -consolas, Internet, tv, etc., la inseguridad en la calle, el desconocimiento de su importancia, la aparente falta de tiempo, la reducción de horas de educación física en los colegios, etc."

Otro de los aspectos es abordar la importancia de mantener el equilibrio energético entre lo que comemos y lo que gastamos para prevenir problemas de sobrepeso y obesidad.  
Según la doctora Carmen Pérez Rodrigo, presidenta de la Sociedad Española de Nutrición Comunitaria (SENC), y otra de las participantes del curso," en la prevención y lucha contra el sobrepeso y la obesidad se deben tener en cuenta todos los factores que influyen en su desarrollo, a través de un planteamiento amplio que centre los esfuerzos en la promoción de la actividad física, la educación en nutrición y hábitos de vida saludables, y la dotación a la población de infraestructuras necesarias para ayudarle a desarrollar estilos de vida más saludables".



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