El término deshidratación indica una carencia en cuanto al
volumen total de agua corporal, que se define mejor por la presencia de
hipovolemia (disminución del volumen sanguíneo) y de una reducción del peso
corporal. La variación diaria del contenido de agua en los individuos sanos
y activos es igual a las variaciones del contenido de soluto, es asintomática y
no sobrepasa el 1 % del peso corporal.
La sed es sin duda el síntoma más
conocido de la deshidratación y aparece cuando la pérdida de líquido supera el
1 % del peso corporal y se ha desarrollado hipovolemia.
Es importante destacar que la deshidratación "afecta a la toma de
decisiones y la función cognitiva, traduciéndose en un descenso de la
productividad y aumento del riesgo de accidentes laborales y de otra
índole". Por el contrario, una correcta hidratación en el trabajo "puede
prevenir muchos accidentes laborales y situaciones de bajo rendimiento, y
mejorar la sensación de bienestar de los trabajadores".
Así lo sostienen los profesores Javier Aranceta, director del Curso de Verano
de la Universidad de Cantabria 'Avances en Nutrición y Salud Pública', y Lluís Serra-Majem, presidente de la
Fundación para la Investigación Nutricional (FIN)
Aproximadamente dos tercios del peso del cuerpo de una persona son agua y ésta
se considera como un elemento esencial para la mayoría de los procesos
fisiológicos.
Nuestro organismo no almacena el agua, por lo que la cantidad que
perdemos diariamente debe restituirse mediante la ingesta de agua y otros
líquidos, y alimentos con un alto contenido en agua, de forma periódica y
rutinaria.
Mantener
una correcta hidratación es especialmente relevante cuando se realizan tareas
intelectuales o que requieran la atención y estado de alerta de las personas.
En concreto, tan solo una deficiencia del 1% del peso corporal se ha
relacionado con disminución del rendimiento físico, mientras que una
deshidratación del 2% afecta ya al rendimiento intelectual (memoria a corto
plazo, atención, fatiga, facultades aritméticas, velocidad psicomotriz, rapidez
de decisiones perceptivas, etc.).
Según la experta, Marcela González Gross asegura que "actualmente la totalidad de la comunidad científica
considera el ejercicio físico como una de las herramientas de salud pública con
mayor potencial para prevenir el sobrepeso y la obesidad, especialmente en
niños y jóvenes". Sin
embargo, y a pesar de las numerosas evidencias científicas sobre los efectos
positivos y beneficiosos derivados de la actividad física, "en los últimos
años se ha incrementado sustancialmente el sedentarismo y la inactividad física
de niños y jóvenes, motivado, por el aumento del ocio pasivo -consolas, Internet,
tv, etc., la inseguridad en la calle, el desconocimiento de su importancia, la
aparente falta de tiempo, la reducción de horas de educación física en los
colegios, etc."
Otro de
los aspectos es abordar la importancia de mantener el
equilibrio energético entre lo que comemos y lo que gastamos para prevenir
problemas de sobrepeso y obesidad.
Según la
doctora Carmen Pérez Rodrigo, presidenta de la Sociedad Española de Nutrición
Comunitaria (SENC), y otra de las participantes del curso," en la
prevención y lucha contra el sobrepeso y la obesidad se deben tener en cuenta
todos los factores que influyen en su desarrollo, a través de un planteamiento
amplio que centre los esfuerzos en la promoción de la actividad física, la educación
en nutrición y hábitos de vida saludables, y la dotación a la población de
infraestructuras necesarias para ayudarle a desarrollar estilos de vida más
saludables".
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